Bitácora de un navegante estelar
Querido diario: Hoy me propuse regresar al Planeta Tierra. Ya son 500 años viajando por la oscuridad del espacio y no encuentro calor más caluroso que el de mi propia casa.
Mi perro Rambo extraña el alimento embolsado, es que la gelatina ya no le sienta bien al estómago. Además, le prometí volver antes del 2345 y aun estamos lejos. Lo loco del caso es que, cuando te convertís en explorador estelar, dejás de medir los espacios en kilómetros, comenzás a medirlos en años. O sea lo que era un antiguo cálculo matemático de distancia se transforma en un análisis geotemporal de espacio. Las tres dimensiones se transforman en cuatro y todo es más relativo, hasta los más básicos conceptos de pasado, presente y futuro.
Y acá estoy, volando en círculos, recordando coordenadas y tratando de olvidar compañeros que ya murieron en esta odisea. Mi tesoro más preciado sigue siendo una foto del amanecer... hace muchos kilómetros que no veo uno. Y lo que más extraño es el efecto de la gravedad empujandome al piso, ¡qué linda sensación y qué poco apreciada!
Quiero, también, volver a ver el Sol a 149.600.000 kilómetros de él y no menos distancia de eso. Quiero saltar y caerme. Quiero que llueva y mojarme. Quiero ver la noche y no estar adentro de ella. Quiero volver... acá es todo tan relativo que no tengo certeza de ninguna de todas esas cosas que me daban seguridad, como estar parado en el piso, tener diferentes temperaturas en mi cuerpo y estar contenido dentro de estructuras y barreras creadas por el hombre.
Aunque el tablero de la nave me indique que viajé estos últimos 500 años, hace solo 38 días que despegué de la Tierra. Todo es relativo, quiero volver a casa.
Pegate un viajecito cuando tengas tiempo
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