jueves, 19 de abril de 2012


El enigma de la banana plateada
Yo soy Eva Luz, vengo de Canadá, y les voy a contar un relato de una etapa de mi vida misteriosa (2 días exactamente).
Resulta ser que yo había comprado una montaña de cosas en un mercado turco: incienso, alfombras, condones, arroz integral, pan de panchos, jojoba, entre otros artículos de la canasta familiar snob. Al finalizar la vuelta por los intrincados pasillos, me topé con una banana plateada con detalle de piedras verdes y amarillas.
- A la flauta. - pensé con el ceño fruncido - Este monumento al monotributismo capitalista imperial debe ser mío.
Me la compré y chau.
Cuando regresé al hotel y estaba por bañarme, revisé mis compras pero la banana no estaba. ¡Qué mal me puse! Y lloré como nunca había llorado pero mis lágrimas no era la escultura perdida, eran retorcijones de panza. ¡Qué comida de mierda hacen estos ñatos condimenteros!
En treinta horas mi avión despegaba a Paris y seguía extraviada la única cosa que me ligaba a esta república calurosa. Así comenzaba mi odisea:
29 horas y 50 minutos para el despegue: - Hello, mister boludito! Please, take me back to the Turkish Choto Market... Come on!
29 horas y 20 minutos: Llegué al Turkish Market y entablé una charla poco amena con el dueño del stand donde me habían vendido la escultura.
- Hello, old man! You had cagar me!!!! Give me the banana! Give the banana!
- Tomá, acá tenés tu banana, cara de trapo... ¿No te das cuenta que hablo castellano?
- Uy, guachín... no sabía... ¿Vos no conservaste la escultura de la Banana Plateada entre tus cosas? - lo increpé con cara de re-mala.
Acto seguido, seguimos discutiendo sobre lo que había pasado. Y le creí porque tenía un muy buen lomo y rico olor a Axe. Mi olfato de detective no falla.
29 horas: Estaba desandando mis pasos para encontrar esa reliquia y me copé comprando dos o tres cositas más en oferta, como betún, mirra y manteca de cacao. (Les aconsejo que vayan porque está rebarato y para junio hacen oulet de camisones y pantalones de bambula.)
24 horas: Me retiro del mercadito. Quedamos como los chanchos con varios, ahora somos re amigotes con Rick, el de pantalones floreados, y con Pandereto, el vendedor de velas multicolores. ¡Hasta la vuelta, mis chiquitos!
22 horas y 16 minutos: Ahora si me voy a bañar pero sigo aún con cagadera.Voy a tomar una buscapina y me voy a dormir sin cenar.
12 horas y 8 minutos: Los rayitos del sol me pegan en las mejillas y me calientan la cara (no es como el de Ránela pero es lindo igual). Es un nuevo día en Estambul y, por suerte, ya no me duele la panza. Me incorporo en la cama y me estiro. En ese movimiento de brazos veo sobre la mesa de luz la banana plateada, orgullosa, preciosa y lustrosa. ¿Qué pasó acá? ¿Cómo llegó acá? ¿Quién sabía de mi pérdida?
10 horas para que salga el avión: ¡Armé el re-quilombo en el hotel! Hice llamar a medio mundo increpando quien había ingresado en mi habitación durante la madrugada. Nadie parecía saber nada.
- Good morning, mina troula! - me saludó el guardia de seguridad del hotel. - If you want, podemos mirar el videu de seguridad del hotel...
- Y dale, turco comehombres. - le contesté entusiasmada.
7 horas y 38 minutos: Estabamos repodridos de mirar vídeos del pasillo de entrada a mi cuarto cuando de pronto vimos a nuestro sospechoso en actitud inquietante y lo reconocí de inmediato. Me reí.
5 horas y 1 minuto: De vuelta en el mercado, veo los stands armados como siempre pero yo buscaba a una sola persona.
4 horas y 48 minutos: - Ya sé que fuiste vos el que me robó la reliquia plateada, pelotudito. Y yo que pensé que eras gay. - le dije con una sonrisa pillina.
- Vos creer que yo ser putou porque uso pantalones floreados pero I love you, culou flaco! - me dijo y me transó mal.
Después de la chapada, Rick me contó que me la había afanado para entrar a la noche al hotel y darme matraca. Pero comprendió al entrar a la habitación que me amaba (en realidad, yo creo que me vio durmiendo sin ropa y se flasheó con mis pechos) y no me dejaría irme de su vida nunca más.
0 horas y 0 minutos: Aunque el avión ya despegó, yo me quedó mirándolo desde el mercado. Y a mi souvenir con forma de banana plateada no me quedo otra que metermelo en el bolsillo.

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