El cosmos de madrugada es heavy
Era una madrugada de abril cuando Inés cruzó el portal hacia la otra dimensión, una dimensión plena, llena de alegría y sin tapujos. En su alma llevaba amor y una incansable borrachera diminutiva pero el espejo le devolvía la imagen de la traición de ese alienígena que la hizo mujer y la abandonó por seguir una causa interestelar.
¿Qué quien soy? Inés
¿Que que quiero? Venganza
¿Que cómo quiero hacerla? Con dolor, sangre y lágrimas.
Así comenzaría la aventura de la mujer herida (¿lastimada?) a través de las galaxias de su propio ser porque, verás, el universo no es más que uno mismo en una travesía de reconocimiento. Y ese alien no es más que la sombra de los deseos no concretados, de nuestras propias frustraciones que emanan a chorros de los rincones de la incertidumbre.
Pero la borrachera diminutiva no se puede ocultar, se vomita en los anaqueles de nuestra esencia y el mundo descubre quien somos y cómo estamos. El universo se no voltea y nos extraviamos sin saber donde terminaremos de dar vueltas.
No es venganza, es suicidio y la sangre se escurrió entre las lágrimas. Pero Inés no volvió, el universo ya la absorbió.
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